del gran artista y maestro Carmelo Sobrino
El pintor Carmelo Martínez es un artista boricua e inclusivo. Lo es en virtud del apelativo que otorga con cariño al prójimo conocido o desconocido: “Sobrino”.
Con este proclamado parentesco, sea sobrina o sobrino, compatriota o extranjero, nuestro manatieño y universal artista nos interpela y es correspondido de igual modo. Como resultado todos terminamos siendo tan sobrinos como tíos y finalmente hermanos de este encantador artista nuestro que tanto en la imagen como en la palabra nos une para siempre. Su pasión consanguínea no se detiene en el calendario ni en la geografía. El viaje del conocimiento de Sobrino cubre varios continentes y archipiélagos a los cuales suma siglos de historia del arte y de lo que no es arte. Sobrino se tutea a través del tiempo y la distancia con maestros de aquí y allá haciendo gala de talento y versatilidad. Su familiaridad magisterial le permite dialogar con los grandes maestros, tal como lo hizo Picasso, apropiándose y enriqueciendo lenguajes pictóricos con acento riqueño.
Y esto lo hace con alegría, el gozo de la pincelada, el frotaje erótico en el lienzo, la embriaguez del color, la canción de las formas entrelazadas. El Cerro Gandía en Manatí, el litoral atlántico en Puerta de Tierra, la vista a vuelo de pájaro del aviador Sobrino, la bacanal del pasadía en la Playa de Luquillo, la cálida intimidad del hogar-taller con vista al mar, todo embellecido por la mirada y la mano del artista transmitiendo felicidad, la de la creación.
No importa que la playa esté amenazada por contaminantes, el hogar sea de alquiler y expuesto al desahucio, el horizonte cada vez más ajeno y cercano, la montaña anuncie derrumbe y los habitantes del colorido paraíso terrenal se vean forzados a emigrar a grises latitudes. No importa, sino que aporta, al artista atesorar esta frágil felicidad, regalándonosla para que permanezca enmarcada en la memoria pictórica más allá del desastre que se avecina.
No siempre la sonrisa acompañó su pintura. Fruto de su primera etapa de grabador, nos legó una de las series más poderosas de la gráfica puertorriqueña. “¡Ay bendito, Coño!” nos comparte el dolor de la pérdida impreso en luctuosas tintas sobre papel, una memorable secuencia de muerte, velorio, entierro y ausencia continuando la gran tradición del maestro Francisco Oller. Obra de juventud, sirve de trágico preámbulo a la fiesta del color por venir. Sobrino es un tío magistral por naturaleza. La vocación surge de su mismo quehacer. No puede evitar enseñar para disfrutar en compañía. El viaje de la línea que proclama nos lleva a lugares desconocidos y reveladores de nuevas verdades que derrotan mentiras ancestrales.
Sobrino y tío nuestro, hermano siempre, Carmelo nos abraza en la fraternidad de la querencia, la aparcelada patria heredada, el futuro que todavía podemos plasmar más allá del lienzo, más acá de la desgracia.
Un atisbo de este patrimonio pictórico es posible en la Galería Vista Alegre de Aibonito hasta el 8 de septiembre de 2024. El nombre de la galería anuncia y cumple el legado del artista.
Antonio Martorell
Taller de La Playa de Ponce
12 de agosto de 2024